(finalmente, la vista desde la habitación)
He decidido que las crónicas sobre el viaje a Berlín sean en forma de números. Aquí van unos cuantos.
2 palabras son las que definen Berlín: oriental y occidental, este y oeste, comunismo y capitalismo. Durante nuestra estancia, jugamos con Susie a algo muy divertido: ¿dónde estamos? En función del nombre de la calle (sí, existe la Karl-Marx-allee, antes llamada Stalin-allee), del tipo de edificios, de a qué lado viéramos la puerta de Brandeburgo o el muro, uno puede decir casi con total seguridad en qué parte de la ciudad está.
1’5 son los minutos que pasaban entre los aterrizajes diarios en el aeropuerto de Tempelhof que se sucedieron durante los 11 meses del bloqueo de Berlín Occidental impuesto por Stalin en junio de 1948. El llamado ‘puente aéreo’ (Luftbrücke) fue toda una muestra de la importancia que los aliados daban a Berlín. En plena depresión post-guerra mundial, varios países destinaban una gran cantidad de dinero a salvar a la población de un país que acababa de atacarles a todos. ¿Alguien se imagina ahora algo parecido?
1963 es el año en que Kennedy pronunció esa famosa frase ('Yo también soy berlinés') en un discurso conmemorativo del decimoquinto aniversario del bloqueo de Berlín.
1933 es el año en que se celebró el desfile en la puerta de Brandenburgo en homenaje a Hitler, tras su nombramiento como canciller. El Ministerio de Propaganda e Ilustración liderado por Goebbels, organizó una procesión de antorchas que ya daba algunas pistas sobre su política.
El mismo año, seguramente provocado por el mismo angelito, el Reichstag ardió en llamas misteriosamente, y a partir de ahí Hitler dispuso de plenos poderes para acallar a sus críticos. Celebraron un juicio en el que acusaron a un comunista de provocar el incendio como señal para desencadenar un golpe de estado (vaya, algo discreto), y éste fue condenado a muerte.
7 pasos fronterizos son los que había en el muro de Berlín. Checkpoint Charlie es el más famoso de ellos. Su nombre se debe al alfabeto fonético de la OTAN; al ser el tercer puesto de control, se le denominó Charlie. Los dos anteriores son Alpha y Bravo. El puesto fue demolido en el año 90, después de caer el muro, pero en el año 2000 fue reconstruido. Memoria histórica lo llaman unos; otros, filón turístico.
1945 es el año en que se suicidó Hitler, según la teoría aceptada hasta hoy. Digo hasta hoy, porque precisamente hoy se ha hecho público el estudio de una investigadora que dice que el cráneo que encontraron no es el de Hitler, sino el de una mujer de 40 años. Si lo hizo, fue en un búnker situado cerca de la puerta de Brandenburgo, junto a Eva Braun y su perro, al que no pudo ver morir. Vaya, un tío sensible.
Ahora, sobre el búnker, hay un parking de tierra, un mísero cartel con 5 fotos y un contenedor de reciclaje de ropa y zapatos. Lo dicho, a esta gente le hace falta una buena ley de memoria histórica. O no, porque en la calle de enfrente se encuentra el Monumento a los judíos de Europa asesinados.
2.711 bloques de hormigón son los que forman el Monumento. Al aire libre, abierto al público las 24 horas y en buen estado. Por si acaso, los bloques están recubiertos de una sustancia llamada Protectosil. Ingeniosa idea, irreprochable, si no fuera porque la empresa que lo proporciona está relacionada con la que abastecía de Zyklon B al gobierno de Hitler para matar a los judíos en las cámaras de gas. Otra polémica que envuelve a los judíos, que se plantearon cambiar de proveedor, pero no lo hicieron por el elevado coste y porque les ofrecieron un precio especial.
20.000 son, aproximadamente, los libros que quemaron los miembros de las SA (camisas pardas) y las Juventudes Hitlerianas, siguiendo las instrucciones del (bienvenido, de nuevo) angelito Goebbels, en la Bebelplatz, justo enfrente de la Universidad Humboldt. En recuerdo, en el suelo de la plaza hay una losa de cristal a través de la cual se ven unas estanterías vacías y una inscripción: ‘Eso sólo fue un preludio, ahí en donde se queman libros, se terminan quemando también personas’, pronunciada por Heinrich Heine en 1817. Un visionario, vaya. Y una de las instalaciones conmemorativas más impresionantes que he visto nunca. Justo enfrente, como para fastidiar, había un puesto callejero de venta de libros. Justicia poética.

Pronto más.
j.
Por ahora, un 8 es la nota que le pongo a tu post. Más que nada porque has prometido más, y si te pongo un 10 te relajarás.
ResponderEliminarMuy interesante!
Nice!!
ResponderEliminarA propósito del (ahora presunto) suicidio de Hitler y Eva Braun, este gran gag de Padre de Familia:
http://www.youtube.com/watch?v=67JSH1IV61o
Gran post J! Un viaje interesante, eh? Ich bin eine Berlinerin auch!
ResponderEliminarGiraldilla, me alegro de que te haya gustado. Y sobre la nota, puedes (debes) ponerme un 10 si crees que lo merezco. De hecho, hice una apuesta con Susie para resucitar su blog. Los lectores deberíais votar los posts de cada uno, para ver cuál tiene más éxito. Y ahora qué, ¿vas a darme ese 10?
ResponderEliminarBigmouth, qué bueno el gag. Lo había visto pero no lo recordaba... "Quierres que me suicido y tú no lo harrrás... Qué malo"
Susie, a partir de ahora los dos somos un poco berlineses, creo.
j.