jueves, 22 de abril de 2010

Viaje a Cuba

Él viaja a Cuba con su mujer. Sus contactos hacen que sea posible un encuentro con un famoso disidente cubano, pero tiene dudas sobre si hacerlo o no. Entre sus conocidos, nadie le recomienda que lo haga. Las consecuencias son claras, le dicen: “Serás deportado, tendrás tu minuto de gloria en todos los medios de comunicación, pero quedarás marcado para otras posibles visitas a Cuba. Y quién sabe qué papel podrías jugar en el futuro de la isla.”

Al llegar, le advierten: “Todo se sabe en Cuba”. Marido y mujer mantienen una conversación con un párroco, e inmediatamente después, al llegar al hotel, su cicerone, profundo conocedor de la isla, de quien se habían separado unas horas antes, les pregunta: “¿Cómo ha ido con el párroco?”. Ambos le miran extrañados. Es imposible que lo sepa. El encuentro ha sido algo improvisado. “Esto es Cuba”, les responde él.

Entre las visitas que pueden hacer durante su viaje, se encuentra un alto cargo religioso de La Habana. La reunión se celebra en una sala de la catedral de la ciudad. Durante la conversación, ellos comentan lo que les han explicado, y preguntan: “¿En esta sala podemos hablar sin temores? ¿O aquí también hay micrófonos?” Las luces de la cornisa del falso techo parpadean dos veces, y él afirma: “Esto responde a su pregunta”.

Y uno no puede evitar pensar en ‘La vida de los otros’.
j.

4 comentarios:

  1. Eso me pregunto yo, Bigmouth. ¿Te ha pasado a ti Anónimo, ahora que eres periodista?

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  2. Interesante. En las altas esferas, sea en Cuba o donde sea, todo se sabe. La pregunta en Cuba es si pasará aquello de "muerto el perro se acabó la rabia" o todo lo contrario.

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